miércoles, 28 de abril de 2010

La Verdadera Fortaleza.

Llega un momento en la vida en el que uno se da cuenta de que no puede solo. Es ese momento en el que uno ha pasado por los peores desiertos y ha corrido durante mucho tiempo en círculos sin tener la menor idea de qué hacer. Uno se siente cansado, frustrado, débil, no tiene ni cinco de ganas de continuar porque sabe que siempre flaqueará.

Si usted se siente así, este es el tiempo en el que tiene que aceptar que Dios no le manda nada a su vida que usted no pueda manejar, pero que esa fuerza que usted necesita para afrontar sus problemas (pues nunca hay un problema pequeño, todo depende del cristal con que se mire) no proviene sólo de usted mismo sino que está ahí por la intervención del Señor, es decir, que usted en sus fuerzas humanas no logra hacer gran cosa y por eso debe sostenerse en Dios.

Si, tal vez algunos le dirán "pensé que eras más fuerte que eso" (a nosotros nos pasó). Pero la verdadera fortaleza no radica en enorgullecernos de nuestra precariedad humana y creernos omnipotentes sino en reconocer con completa humildad nuestra propia debilidad y decirle a Dios que hemos llegado a nuestro límite de fuerza y que lo necesitamos, que sin Él no somos nada, comemos chitos. El poder del Señor se desata solamente cuando le dejamos saber que Él es quien tiene el control de nuestra vida.

Solo así dejaremos que Él en su infinita gracia haga su obra en nosotros y triunfe en nuestras vidas (y de paso, triunfemos nosotros también). Así encontraremos la energía, paz y valentía necesaria para que vivamos en y para su gloria.

"El hombre solo es grande cuando esta de rodillas" Albert Einstein.

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